Como he comentado en alguna ocasión, el 2019 ha sido un punto de inflexión en mi vida. El hecho de haber pasado una enfermedad que me llevó a estar en la cama sin apenas moverme por un mes y medio me ha llevado a reflexionar y a cambiar mi perpectiva sobre algunas cosas. Una de ellas, por ejemplo, es el hecho de conocer a gente, de salir de mi zona de confort para expandirme e intentar conectar de nuevo con la gente. El trabajo me tenía cegado y yo solo vivía para trabajar. Y esto no podía seguir así.

Hace unos meses me empezó a seguir por twitter un chico. Me pareció majo, y leyendo sus tweets y RTs la verdad es que me sentí identificado con él. ¿Sabéis cuando podéis estar con alguien y hablar de todo sin tapujos, reiros de las miserias de cada uno y tal? Realmente me sentía así. No sé, pero algo en mi interior me decía que podría conectar con esa persona. Pero bueno, yo siendo como soy, lo máxio que hice fue darle follow back. Y ya.

Pasaron los días y me dio por buscarlo en otras redes sociales. Vi que era de la misma ciudad que yo, acababa de publicar un libro, y algunos de mis conocidos de RRSS también le seguían. Total, que empecé a seguirlo por Instagram. Y como si la historia se repitiese, me dió follow back. En ese punto no le presté atención a estas cosas. Es normal que, si alguien le pareces majo, te empiece a seguir también, creo.

A partir de aquí, la actividad en RRSS se empezó a intensificar. Le daba me gusta a tweets míos y viceversa, reaccionaba a las stories de instagram. Vamos, todo de la forma más millenial posible que os podáis imaginar.La verdad es que la actividad no pasaba de ahí. Vamos, una interacción bastante normal, sin conversaciones de por medio. Hasta que llegó el Salón del Manga 2019 de Barcelona.

La semana del Salón, yo subí una foto mia a Instagram disfrazado como Umbreon, lleno de colgantes de Pokémon y colgantes con el símbolo de la Corporación Umbrella, de Resident Evil. La veradad es que salía bastante gracioso, o raro, a partes iguales. Entonces me saltó una notificación. Me había escrito. Me preguntaba si iba a estar en el Salón del Manga, que él le había tocado trabajar allí, los 4 días. Le comenté que sí, y, bueno, que si eso nos podríamos ver. Me comentó que okey, que si veía a un Umbreon con cara de parguela (yo) lo iría a saludar.

En fin, llegó el día, pero finalmente y debido a la cantidad de gente, no nos pudimos ver. Es que había muchísima gente, y al final, por una cosa u otra, no podimos coincidir. A partir de aquí comentamos que teníamos que quedar un día para hacer una cerveza, lo teníamos pendiente.

El tiempo pasaba, y de vez en cuando hablábamos por RRSS, sobre si los trenes eran horribles, la lluvia que había inundado media ciudad, que trabajar hasta tarde era malísimo, etc.

Al final, llegó el sábado que habíamos quedado. Yo había bajado a la ciudad por la mañana y me iba a quedar todo el día, ya que era día de hacer algunas compras para navidad y pues, aprovechaba ya y me quedaba todo el día. Habíamos quedado a eso a de las 17h en una parada de metro. Cuando llegué, la verdad, es que mi aspecto era un poco lamentable. Llevaba todo el día caminando, cargando bolsas y la verdad, los metros a esas horas y encima en navidad, iban llenos a rabiar.

Salí de la parada, y lo ví llegar. Qué alto, pensé. Realmente pensándolo ahora en frío, esa fue mi primera impresión. No pensé nada más realmente. Nos saludamos y decidimos ir a un Starbucks a por un café. Lo necesitaba, la verdad. Llevaba desde las 8h de la mañana despierto y entre todo lo caminado por la mañana, las bolsas etc, solo quería dormir. Pero bueno, no iba a dejar que eso me parase.

Nos pasamos toda la tarde hasta casi las 21h de la noche hablando. De todo. Temas personales, relaciones, trabajo, dramas, la vida nos golpea, mamarracheo. Prácticamente de todo. La verdad, es que me quedé con las ganas de ir a algún bar a tomar unas cervezas de verdad y emborracharnos, pero él tenía una cena. Me acompañó hasta la estación de tren y nos despedimos. No acrodamos volvernos a ver. Supongo que entre mi cansacio y todo no surguió la pregunta. Lo acababa de conocer, ¿Qué esperabas?

Volviendo en el tren a casa, no paraba de pensar en lo majo que era. Era tan tierno, tan majo. Cómo hablaba, cómo se expresaba, los dramas, opiniones, alguna confidencia, lo interesante que era,... mierda, me estaba gustando. A decir verdad, no me había planteado que me gustaba hasta que hice balance de cómo había ido. Hostia, todo indicaba que me gustaba y lo que más me gustaría era ser su amigo. Seamos sinceros, quería una noche de mimos con él. Para qué engañarnos, sí, me gusta. Me parece mono, muy mono, y majísimo. Es que de verdad se merce todo lo bueno.

A ver, sí que es verdad que lo acabo de conocer y tal, debería ser más cauto. Pero también tengo mis momentos de debilidad. Y aunque me auto-engañe diciéndome a mi mismo que tiempo, y que no me gusta, no puedo evitar suspirar. ¿Qué me está pasando?

Bueno, la cosa es que hemos vuelto a quedar. Al final le hablé por whatsapp por que no aguantaba más (habían pasado tres días desde que quedamos, por lo tanto, desde la última conversación con él), quería hablar con él. Si suena todo muy a amor romántico de joder no puedo vivir sin él. Pero bueno, no a ese límite, pero sí que siento que es alguien a quién puedo llegar a querer, como amigo o como lo que sea.

La cosa es que seguimos hablando y hemos vuelto a quedar para enero, otro sábado. La verdad, es que por tema trabajo ni uno ni el otro tenemos mucho tiempo libre, pero bueno, ahí estamos.

Intento controlar mi entusiasmo para no crearme expectativas irreales y entonces pegarme la gran hostia (me pasó una vez y nunca más la verdad). Espero que esto no sea así. Me siento ingenuo e inseguro de mi mismo escribiendo estas cosas. Me siento vulnerable. Pero bueno, todo el mundo siente y no podemos negar sentimientos que al final, vamos a sentir igual. Seremos cautos, pero no silenciaremos y negaremos estas sensaciones. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos. Pero de momento eso, qué mono que es.